El retrato de la locura
En el Museo Nacional del Louvre, en París, hay un cuadro que destaca sobre el resto, más impresionante que la Gioconda y que cualquier otra obra que pueda contemplarse en el mundo. Ese cuadro narra una historia terrible y cruda, llena de salvajismo. No solo muestra una escena de supervivencia, sino que la forma en que fue pintado bien podría aparecer en uno de los más escabrosos relatos de Poe.
Quizá solo los locos pueden retratar fielmente la locura y haga falta una mente enfermiza para crear cosas tan terribles. Sin duda Théodore Géricault fue un hombre de estómago fuerte y sangre fría, aunque no conozco testimonio alguno de su estado mental. Necesitó una preparación de más de tres años para tomar bocetos y hacer estudios. Se sirvió de cadáveres de hombres recién ejecutados y sacados de cementerios, recorrió hospitales para dibujar restos humanos y visitó centros psiquiátricos para poder retratar la locura y hacer que los personajes de dicho cuadro tuviesen rostros despiadados.
El dos de julio de 1816, el navío francés Medusa naufragó cerca de las costas de Senegal debido a la negligencia de su capitán. El número de barcas salvavidas era insuficiente y con los restos del barco consiguieron construir una balsa que transportaría a la deriva a 149 personas durante 27 días. No sabían a donde les dirigía la marea, no vieron tierra durante todo ese tiempo y poco a poco, la hambruna, las enfermedades y las disputas por el espacio se hicieron protagonistas absolutos de la tragedia.
Cuando el Argus encontró la balsa a la deriva, sus tripulantes rescataron a hombres que habían recurrido al canibalismo, que se habían matado entre ellos por disputas insignificantes y que sin duda alguna no presentaban una salud mental estable. Fueron llevados de vuelta a Francia donde la noticia del naufragio así como la odisea personal de los 19 supervivientes fue completamente censurada para evitar conmocionar a la opinión pública.
Gericault se entrevistó personalmente con todos ellos, incluso alguno posó para él y en su mente recreó la terrible historia de aquellos marinos. Se dice que apiló en su estudio cuerpos de hombres ahogados para lograr una composición lo más realista posible y tras realizar tres versiones a pequeña escala, empleó más de un año en pintar el óleo más grande que se conserva en un museo con sus más de siete metros de ancho y sus casi cinco de alto.
No le permitieron mostrar el cuadro en francia y tras dos años decidió llevarlo a Londres donde causó estragos en la sociedad británica.
En el cuadro aparecen algunos hombres derrotados y muertos, otros incrédulos y sin esperanza. Algunos rezan a díos y otros, sin embargo, luchan. Agitan sus camisas al viento con la esperanza de que algún barco les vea. Seguramente, sin esos pocos luchadores todos ellos hubiesen muerto. Incluso a veces, del horror es posible sacar algo positivo: la capacidad de lucha y de superación de la que algunos son capaces para poder volver a casa con sus familias.
Como dato curioso, Uno de los personajes que aparecen en el cuadro, el cadáver que es abrazado por un hombre que está de espaldas, es Delacroix, uno de los mejores amigos de Gericault.
Quizá solo los locos pueden retratar fielmente la locura y haga falta una mente enfermiza para crear cosas tan terribles. Sin duda Théodore Géricault fue un hombre de estómago fuerte y sangre fría, aunque no conozco testimonio alguno de su estado mental. Necesitó una preparación de más de tres años para tomar bocetos y hacer estudios. Se sirvió de cadáveres de hombres recién ejecutados y sacados de cementerios, recorrió hospitales para dibujar restos humanos y visitó centros psiquiátricos para poder retratar la locura y hacer que los personajes de dicho cuadro tuviesen rostros despiadados.
El dos de julio de 1816, el navío francés Medusa naufragó cerca de las costas de Senegal debido a la negligencia de su capitán. El número de barcas salvavidas era insuficiente y con los restos del barco consiguieron construir una balsa que transportaría a la deriva a 149 personas durante 27 días. No sabían a donde les dirigía la marea, no vieron tierra durante todo ese tiempo y poco a poco, la hambruna, las enfermedades y las disputas por el espacio se hicieron protagonistas absolutos de la tragedia.
Cuando el Argus encontró la balsa a la deriva, sus tripulantes rescataron a hombres que habían recurrido al canibalismo, que se habían matado entre ellos por disputas insignificantes y que sin duda alguna no presentaban una salud mental estable. Fueron llevados de vuelta a Francia donde la noticia del naufragio así como la odisea personal de los 19 supervivientes fue completamente censurada para evitar conmocionar a la opinión pública.
Gericault se entrevistó personalmente con todos ellos, incluso alguno posó para él y en su mente recreó la terrible historia de aquellos marinos. Se dice que apiló en su estudio cuerpos de hombres ahogados para lograr una composición lo más realista posible y tras realizar tres versiones a pequeña escala, empleó más de un año en pintar el óleo más grande que se conserva en un museo con sus más de siete metros de ancho y sus casi cinco de alto.
No le permitieron mostrar el cuadro en francia y tras dos años decidió llevarlo a Londres donde causó estragos en la sociedad británica.
En el cuadro aparecen algunos hombres derrotados y muertos, otros incrédulos y sin esperanza. Algunos rezan a díos y otros, sin embargo, luchan. Agitan sus camisas al viento con la esperanza de que algún barco les vea. Seguramente, sin esos pocos luchadores todos ellos hubiesen muerto. Incluso a veces, del horror es posible sacar algo positivo: la capacidad de lucha y de superación de la que algunos son capaces para poder volver a casa con sus familias.
Como dato curioso, Uno de los personajes que aparecen en el cuadro, el cadáver que es abrazado por un hombre que está de espaldas, es Delacroix, uno de los mejores amigos de Gericault.
2 comentarios
Habsentah -
La locura es peligrosa si, pero de no ser por ella el arte no sería tan grandioso.
Coincido en que Dali es un genio.
Delirante -