Remontando el río, buscando marfil en algún lugar de Africa a primeros del siglo veinte, uno puede encontrarse con lo peor de la sociedad colonialista de la época. Esclavistas, humanos tratados como perros y hombres de negocios vestidos de seda entre inhumanidad, despreocupados por los cuerpos de los nativos apilados entre los árboles tan solo unos metros alejados de sus cabañas.
En un escenario así, un hombre admirado por todos, llegó a ser un mesías que dormía en una cabaña junto a dicho río. Sentado cerca de su diosa de ébano, la cual le deleitaba con paganas danzas ceremoniales, observaba a través de la ventana las cabezas de los traidores que, clavadas en una estaca, miraban directamente a Kurtz.
En 1979, Francis Ford Coppola trasladó esta trama, contada por un viejo capitán de barco, Marlow, a sus compañeros en esas largas esperas que los marinos tienen que soportar como pueden, a un Vietnam en guerra, y con ella rodó una de las películas mas emblemáticas de la época.
Hace apenas un par de días leí la novela escrita por Joseph Conrad y fue al terminarla (la misma tarde que la empecé), cuando descubrí el auténtico magnetismo de Kurtz.
¿Por qué le admiro si es un ser despreciable? Quizás lo que admire sean sus capacidades y no sus actos. Por supuesto que desprecio los asesinatos, las matanzas de animales y todo lo que rodea a dicho personaje; pero es increíble la forma en la que una actitud imponente puede entrar en la mente humana. Un hombre valiente, seguro de si mismo, de mirada penetrante y discurso magistral puede hacer lo que quiera, incluso hacerse pasar por un díos.
En la novela al igual que en la película (salvando distancias), incluso los enemigos de Kurtz le tienen respeto y miedo.
Su leyenda se va forjando paso a paso, a lo largo del camino a través del río. Su personalidad, cubierta por un velo translúcido, va introduciéndose poco a poco en la memoria para quedarse y tras su muerte, todo el mundo llora la gran pérdida.
A medida que vas conociéndole te convences de que necesita un castigo, pero sin embargo, no serías capaz de ser cruel con él aún sabiendo que él ha sido cruel en muchas ocasiones.
Está presente en toda la novela aunque sus propias palabras no ocupen mas de cinco lineas y sus acciones menos de cuatro páginas y posiblemente esta sea la principal causa de su atracción, conocer la leyenda antes que el personaje. Desde el principio de este "Viaje al corazón de las tinieblas" Joseph va preparando tu mente, intrigándote, presentándote al personaje como si no fuera un ser humano corriente. El capitán Marlow, a medida que se acerca a Kurtz pierde la cordura y cuando le conoce, se olvida de todo, incluso arriesgaría su propia vida si fuese necesario por ayudarle; aunque el relato que contará años después tenga un tono crítico.
No podemos ser cínicos y permanecer indiferentes ante esta historia, puesto que personajes así existen y son capaces de protagonizar auténticos dramas, episodios negros en la historia.
¿Podría ser Napoleón con su egocentrismo y sus ansias de conquistar el mundo una especie de Kurt? ¿y Hitler, Franco o Mussolini con esos discursos dirigiéndose a las masas? ¿y George Bush?
Pero sin duda el mayor paralelismo que se puede establecer entre Kurtz y otra persona es el referido a Charles Manson. Viendo una fotografía suya puedes ver esos ojos mirándote directamente al alma. Quienes han hablado con él destacan su persuasión y su inteligencia y de su boca salieron multitud de asesinatos y actos degradantes.
Lo que Kurtz fundó en medio de la selva africana era una secta de fieles seguidores que había trascendido más allá de África, era admirado por personas muy influyentes y amado por personas bondadosas como era su prometida. Eso es lo que más miedo me da, saber que una persona así es capaz de provocar amor y devoción entre las personas buenas y no necesariamente ignorantes.